CAPITULO 2
Uno, dos,
tres golpes sobre el madero que lo separaba del pasillo. Tomó tiempo ubicarse
en el lugar. La cabeza le pesaba y el cuerpo le crujía solo de moverse. Se
levantó con desgana y abrió la puerta. Miró a la empleada y esta con una
sonrisa dijo:
— Servicio
a la habitación.
Pasó sin
esperar la confirmación de huésped. Se quedó mirándola mientras organizaba la
cama y al mirar su reloj de muñeca, vio que marcaba las 6:15 a.m. Pensó que
había sido un buen momento para que lo levantaran.
Se puso su
bléiser y estirándolo un poco para disminuir la intensidad de las arrugas, salió del hotel. La luz de la mañana
le abrazó, mientras él caminaba hacia la estación del tren. Estaba pensado que
quizás iba a tener que verle al llegar a casa, pero no podía ser huyendo.
Mientras
estaba en el tren, se puso a hacer cuentas. Estaba a fin de mes y tenía que
recortar presupuesto, para durar hasta la paga. Esas operaciones lo mantuvieron
distraído. Cruzó por su mente la idea de cambiar la chapa de su apartamento,
así Andrew no tendría entrada. Esta vez si iba a alejarse de él. La próxima vez
que lo viese, le iba a terminar y cargaría con las consecuencias de ello.
Al llegar
a su casa, los pies se le ralentizaron. — ¿Y si todavía está ahí? — pensó. Todo
el valor que se había infringido, se le había esfumado en un instante. No podía
evitar ese deje de cobardía. Respirando profundo, abrió la puerta del
apartamento, pero no había nadie. Sus piernas le temblaron y se apoyó en la
puerta mirando para el interior. No pudo evitar soltar una pequeña sonrisa. Con
dinamismo entró a bañarse.
Mientras
el agua corría, el teléfono comenzó a sonar. Él evidentemente no iba a salir
empapado y desnudo para contestar. Ya luego devolvería la llamada. La maquina
contestadora tomó el mensaje de quien había llamado y luego silenciosamente lo
guardó.
Salió
rápido, más por la prisa de cambiarse, que por la de saber quien llamó. Se
vistió y casi corriendo salió para el trabajo. Mientras iba a la estación, se
preguntaba si había llamado Andrew. Decidió desechar la idea, no por lo
improbable, sino por no querer amargarse el día.
***
Recibió el
papel por la ventanilla y le revisó. Con eso ya había cumplido el último
requisito. Guardó el papel en la carpeta
de plástico. Abrió su celular con la esperanza de ver ahí la respuesta a sus
infinitas llamadas. No había nada.
Tenía que
hablar con Frederic. Era importante que le comentara la situación. Le había
esperado toda la noche, pero no se había aparecido. De haber podido le hubiese
gustado quedarse hasta que él se apareciera en el apartamento, pero tenía que
reclamar los papales además de que tenía que terminar de llenar los
formularios.
Al fin
había podido reunir los requisitos para poder entrar a la universidad. Sabía
que estaba un poco tarde, pero era su sueño. Le había tocado trabajar con su
tío con su negocio de trasteos. Todo había sido para poder reunir el dinero y
presentarse a la universidad. Solo había un problema. La universidad quedaba en
otra ciudad. Por eso quería hablar con Frederic, pero este le seguía huyendo.
Sabía que no se había comportado de lo mejor, pero ese momento no era para
huir.
Estaba
pensado en ir a verle a la oficina. Al comienzo de su relación, fue el primer
punto que puso Frederic a colación. No quería verle por los alrededores, ni es
su empresa bajo ningún motivo. Pero dado a que estaba huyendo, solo le quedaba
trasgredir la única norma que había estado cumpliendo al pie de la letra.
Trataría de que fuese en un momento apropiado. Llegaría para verle a la hora
del almuerzo.
Aprobando
su plan, se dirigió hacia la oficina de Frederic.
***
Lo primero
que pensó en el momento que pisó su oficina, era el de huir del jefe. Sentía
que la vergüenza no le iba a permitir permanecer callado. Seguramente la
amabilidad de su jefe le ablandaría. Y ahora no era el mejor momento de ponerse
sentimental.
Se sentó y
lo primero que vio al abrir el cajón era su celular. Le puso la pila y lo prendió. Le recibió
todos los mensajes que había dejado Andrew. Sintió una curiosidad maligna por
saber que tan enojado estaba. Puso el último mensaje y lo escuchó — ¿Dónde estás? Necesito hablar contigo. —
Eso extraño, era un tono calmado y con cierto deje de indiferencia. Se esperaba
un montón de groserías, de amenazas. La verdad es que se preocupó.
Guardó el
celular en su maleta y meditabundo comenzó a trabajar. La verdad es que no le
quedaba mucho por hacer. Por ponerse a hacer horas extras el día de ayer, el
trabajo para hoy era más reducido.
Los dedos
se movían solo, producto de la costumbre. Él ya no necesitaba poner el ciento
por ciento de sí, en muchos trabajos, porque solo eran cuestión de patrones que
había que administrar bien.
Se
escuchaba el ruido constante de las personas hablando, de los teléfonos
sonando, de las fotocopias en funcionamiento. Era otro día más de trabajo, pero
para él parecía algo anormal. Sentía que todas las miradas le estaban diciendo
que sabían lo que era y que hacía. Que estaba saliendo con un chico 9 años
menor que él. Que ese chico le golpeaba. Que era un estúpido que se dejaba
maltratar en respuesta a que era un inútil sentimentalmente hablando. Quizá se
había puesto paranoico por su jefe que le había descubierto sus moretones.
Quizá solo estaba buscando exteriorizar todas las quejas que tenía contra sí
mismo reflejándola en las miradas de los demás.
Se levantó
a recoger unas impresiones que había sacado y fue a sacarle una fotocopia.
Inconscientemente miró hacia la oficina del jefe y vio a un hombre vestido de
negro que no sabía quien era. El jefe estaba alterado y fumaba antes de
gritarle el humo en la cara a su acompañante. Se sorprendió al ver esa escena y
con sus ojos rodeó el perímetro viendo quien más estaba viendo la escena. Todo
el mundo parecía ignorarla. Bajó la mirada y sacó rápidamente las fotocopias y
se fue a su asiento.
Eso le
ayudó a distraer su mente. Se mantuvo haciendo suposición de quien sería él.
Ciertamente era bastante raro aquel sujeto.
Con extremo disimulo miró hacia la puerta del jefe desde su asiento y
vio a aquel hombre alto de traje negro salir de la oficina. A primera vista
piensas que puede ser un guardaespaldas, a segunda vista podrías pensar que es
un cobrador. Entre ese traje podría salir cualquier tipo de persona.
Se le carcomió la garganta ante la curiosidad
de ir a preguntarle a ese tipo quien era, pero se quedó sentado en su puesto.
Rascó su cabeza y luego vio a su jefe salir de la oficina. Sus ojos se abrieron
cuando vio que llevaba su agenda debajo del brazo. ¿Se iba a ir con él? Eso si
que era raro.
No sabía
si fue porque fue muy evidente, pero el jefe se volteó y le miró. No estaba
seguro que fuese directamente a él, pero así lo sintió. Esas pupilas inyectadas
de ira, parecían decirle — No viste nada,
no preguntes nada, no comentes nada. — Frederic bajó la mirada y se hizo el
que estaba trabajo. Quiso rehuir de esa mirada.
—Vete ya
Jefe Cillian. — Murmuró Frederic nervioso.
Cómo si sus ruegos hubiesen sido escuchados.
Dejó le piso. Resopló fuertemente mientras apoyó su cabeza en el escritorio.
***
Apretaba
los dientes y encarcelaba las groserías que querían salir por su garganta.
Estaba arto. No podía creer que ese mismo momento ese delincuente de cuarta le
estuviera chantajeando en su propia oficina.
Pensaba
que ya habían dejado claro los términos de esa “relación”. Si necesitaba ayuda,
se la daría, con la condición de que precisamente fuese algo secreto. Pero lo
que acababa de hacer, nada tenía de secreto. Más de la mitad del piso se dio
cuenta de la presencia de ese sujeto, que claramente no parecía un empresario.
No quería
pensar en que en esos momentos estaría cotilleando sobre lo sospechoso que
resultaba que ese personaje le hubiese visitado. Que comenzaran a especular y
llegaran a la verdad. Sabía que mientras nadie confirmara las sospechas, nada
se concretaría. El problema es que si ese sujeto seguía haciendo lo que la gana
se le daba, todo iba a quedar obvio.
Al parecer
ahora solicitaba de nuevo ” asistencia” en un nuevo embarque. El problema es
que esta vez no tenía como cubrirlo. Por lo general, si tenía un embarque por
las mismas fechas, lo hacía parecer como parte del cargamento. En ese mismo
instante, no había nada con que encubrirlo. Por eso le sujeto no se conformó
con la respuesta y se le metió a la maldita oficina a amenazarle para que le
ayudara. ¿Por qué él? ¿Acaso no debía tener una red para esos casos? Le desconcertaba.
Antes de
darse cuenta, estaba saliendo del edificio y le vio en su singular carro. Era como si tuviese pintado mafioso hasta en
las luces. Apretó los dientes tratando de encarcelar las palabras, pero no dijo
más. Solo mirándole avanzó. Cuando estuvo al frente de él, este le abrió la
puerta y al subirse, no pudo sentirme menos que una puta. Si lo pensaba en cierto modo lo era. Y por
enésima vez en el día, maldijo a ese tipo.
— ¿Nos vamos Cillian? — Dijo Kendrick con voz socarrona.
No tuvo
más remedio que voltear el rostro con asco y escuchar la risa de ese sujeto.
Joder, cuanto lo detestaba.
***
Estiró sus
brazos y miró la hora. Ya era la hora del almuerzo. Se levantó y pensando que
iba a comer se dirigió hacia la salida.
Mientras bajaba las escaleras, vio a la guardia subió unos pasos y
apenas lo vio le llamo.
— Señor lo
están buscando en la puerta.
Frederic
no escondió su cara de sorpresa.
— ¿Quién?
— No quiso
dar nombre.
Frederic
frunció las cejas y bajó las escaleras, entonces le vio detrás de las puertas
de vidrio. Lo que había estado huyendo. Andrew estaba mirando para otro lado.
Se le secó la garganta. Bajó los escalones y pensó que era mejor alejarle de
aquel lugar si no quería que se armara en tropel ahí.
— Ah, no
se preocupe. Yo le conozco.
El celador
asintiendo solamente se devolvió a su puesto de trabajo. Frederic salió y
carraspeó. Andrew volteó y le miró le señaló una cafetería que quedaba cerca.
Estaba asustado porque no había dicho ninguna palabra, tampoco le había mirado
con odio. De pronto se estaba conteniendo para cuando nadie le estuviese
viendo. Además, era la primera vez que él le había ido a buscar al trabajo. En
parte eso le había molestado, pero estaba más concentrado en esa actitud
extraña.
No sabía
si era una impresión dada por el miedo, o simplemente tenía problemas en los
ojos. Pero en ese mismo instante el paisaje se le tornaba denso, como si los
ojos tuviesen que rasgar las figuras para poderlas analizar.
Veía su
espalda y sabía que tenía que acabar con ello. Tenía que decirle que ya no
quería estar con él. Esa era su oportunidad. Entraron a la cafetería y él le
indico una mesa que daba junto al jardín interior del lugar.
Le siguió
en silencio y cuando se sentaron, el mesero alcanzó dos vasos de agua. Frederic
no tenía ni alientos de respirar así que rechazó el vaso. Andrew tomó el de él
y le dio un largo sorbo.
Antes de
que Frederic pudiese articular palabra, Andrew puso la carpeta sobre la mesa y
la abrió sobre la carta de aprobación sobre su solicitud.
— Me voy
para otra a Manchester a estudiar en la universidad.
Frederic
abrió los ojos comenzó a oscilar entre la carpeta y los ojos de Andrew. Este
tomó una postura despreocupada poniendo su brazo en el espaldar de la silla.
— La
cuestión. — Se interrumpió mientras tomaba aliento. — Es que no quiero que por esto nuestra
relación se acabe.
Frederic
se atragantó con su saliva y comenzó a toser disimuladamente. No estaba
pensando. La mente se le había quedado en blanco. Esa era su gran oportunidad,
la de mandarle a la mierda y poder ser feliz ¿Entonces porque no le decía que
quería acabar con todo eso ya?
— Lo único
que puedo garantizarte es que los fines de semana vendré aquí.
Frederic
estaba dispuesto a decir… ¿Qué? Bajó la
mirada y buscó aliados en el piso, pero no encontró nada.
— Te felicito. — fue lo primero que se le escapó de la garganta.
— Venir a Bolton todos los fines de
semana te debe costar un dineral. No deberías hacerlo. — Es lo más cercano a un
rechazo que fue capaz de decir.
— No te
preocupes por ello. — Andrew tomó otro sorbo de agua, — Mi tío pudo la condición de que tengo que
ayudarle los fines de semana en su empresa, por lo que él ofreció uno de sus
carros para que yo lo utilice para venir.
Frederic
hizo un sonido afirmativo. Quería escaparse por la ventana. ¿Por qué no se
sentía feliz? Debería estarlo, de hecho había pensado en terminarle. Quería
ponerse a llorar, no por él, sino por sí mismo. Su estupidez era tan grande,
que ni el mismo había podido verla.
Andrew
analizaba las expresiones, tenía que ser sincero. Le parecían tan falsas. Solo
pensaba que estaba jugando.
— Estudiaré Ingeniería química. — Rompió el silencio, pero Frederic parecía
estar en otro lugar en ese momento.
Frederic
no se dio cuenta, pero Andrew se había levantado y le había dejado ahí, solo. En
su mundo de autocompasión, el dolor era más fuerte de lo que la consciencia le
permitía ¿Qué tan estúpido puede ser alguien enamorado?